Víctor Teruel Rubio
Graduado en Historia del Arte de la Universitat de València
Por lo que se refiere a la simbología de la obra y su relación con la historia del arte, será necesario analizar todos aquellos elementos artísticos más importantes que componen el conjunto escultórico del artista Heinz Mack con la identificación de The Sky over Nine Columns.
Nueve columnas dispuestas simétricamente con unas medidas bastantes considerables de 7,5 m de altura, todas ellas con una disposición estudiada y al estilo de práctica clásica que se llevaba a cabo en los antiguos templos, con un revestimiento rico formado por un mosaico dorado de 850 mil teselas (1).
Por tanto, hay cuatro elementos esenciales en su discurso expositivo a partir de una expresión artística conectada a la corriente actual del llamado arte postmoderno, pero que al mismo tiempo transmite una apropiación del eclecticismo, con elementos muy recurrentes en la historia del arte. La composición que se halla en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de la ciudad de Valencia, cuenta con nueve columnas sobre una plataforma lisa y flotante en una de las piscinas del complejo anteriormente mencionado.
Para ir desentrañado la simbología de la obra, se aludirá a la relevancia de la columna y el templo a lo largo de la historia. En la obra de Mack se aprecian unas columnas que se ordenan en perfecta simetría y que no varían en su estética ni tampoco en sus medidas. Se refleja, como bien introduce el propio autor, “el hombre de pie –con dignidad– en el espacio” (2). Aquel ser vivo que originó este elemento arquitectónico y que ahora se va transformado en piedra para destacar de la conexión que nuestra huella en la tierra siempre estará bajo el cielo inabarcable.
Sin embargo, ya en la Antigüedad se introduce este aspecto, en cierta manera, con la creación del templo o la llamada casa de Dios, siempre con columnas bajo un techo y una estructura exterior ligado al mundo divino (3). Pero no solo en la Antigüedad clásica, sino durante todas las épocas han sido esas columnas las que han ayudado a levantar la llamada historia de la arquitectura. Así pues, siempre ha sido un elemento trascendente y ha tenido transformaciones dependiendo de su contexto (4).
Desde la Prehistoria se puede apreciar la influencia de este elemento arquitectónico a partir de los complejos funerarios compuestos por el llamado menhir, pieza de piedra rectangular dispuesta verticalmente en la tierra y sostenida con la ayuda de otra pieza idéntica, con una tercera en misma posición que las dos anteriores. Así, con la creación de una estructura megalítica similar al dolmen, este artista relaciona su trabajo con el complejo abierto del cromlec; especialmente al monumento británico que mejor se ha conservado, Stonehenge (5).
En cambio, volviendo al mundo clásico, cuando este elemento empezó a ser reconocido por su función, los griegos le atribuyeron tres órdenes esenciales que estéticamente definieron estas piezas: el dórico, corintio y jónico (6). Cada uno de ellos con una ornamentación distinta en sus capiteles que resultaba reconocible para todo espectador y que formarían parte de la base de la historia de este elemento común a todo Occidente. Con busto estriado, liso, con forma humana e incluso ornamentado, algo muy frecuente en el siglo XVII.
Todas aquellas sociedades europeas quisieron transformar este elemento en todos los aspectos, dependiendo de sus funciones y la estética artística predominante. Por ejemplo, tras el Imperio romano, que siguió las directrices artísticas de la Grecia antigua, con el Medievo se diversificó tipológicamente este elemento, con la intención de añadir funciones de sustento como en las construcciones del momento. Incluso dio lugar a los conceptos de pilar, contrafuerte y todo un abanico de distintos componentes que conformaron la armonía de las grandes catedrales del siglo XV (7).
Sin embargo, unos siglos más adelante no se tendría duda en abandonar la tradición medieval, y volver al esquema del mundo clásico y, poco a poco, transformarla estéticamente a partir de la demanda de la época, como se ha analizado anteriormente. Pero será con la Revolución industrial cuando se rompa la conexión más común de la piedra en la construcción y se empezará a introducir el hierro, cambiando así la estética de los monumentos del siglo XIX, cuando se introducirían nuevas directrices en la arquitectura del momento.
El mundo contemporáneo podrá, por tanto, hacerse con este elemento y llegar a someterlo a cualquier práctica artística; como bien se puede ver en la misma obra de artista Mack. Sin embargo, la columna no siempre ha estado ligada a la arquitectura, ya que en la cultura ibérica con las estelas funerarias o en el antiguo Egipto con los obeliscos se contempla como este elemento está ligada al mundo divino.
Con ese sentido de ascendencia al cielo, la columna también podía someterse al poder de la propaganda a partir de la ornamentación epigráfica que ordenaba el faraón en sus monumentos conmemorativos. El propio artista se remite al arte egipcio para la creación de sus columnas doradas vinculadas, con el mismo fin, en su relación con el cielo (8). Asimismo, esa conexión influenciada por el poder, se puede observar en el arte romano con sus columnas de carácter festivo como, por ejemplo, la columna de Trajano, referente del arte antiguo, por sus ricos relieves escultóricos que transmitían las fantasiosas victorias de Trajano frente a los Dacios (9).
En la obra del artista, se insinúa una importante influencia de la estética musulmana, en la composición rectangular y lisa de sus piezas, que también se aprecia en la Torre Hassan, el alminar de la mezquita de Rabat; o incluso con el Templo de Almaqah de Bar’an y los pilares del Marib (10).
En cuanto a referencias Orientales, se encuentran casos con intenciones muy similares, dando lugar a una trasformación de la columna para formar parte de los grandes templos milenarios. Por ejemplo, en la Antigua China se encuentra un conjunto de monumentos reales de estética oriental del siglo XVIII como el Templo Hau Wong; o incluso en el territorio hindú, con ricos templos tallados en piedra, como el de Kailasa, que ostentan unas estructuras muy similares a las del interior del propio templo de Krishna.
En cambio, Heinz Mack también muestra su influencia en las civilizaciones que nacieron al otro lado del Atlántico y que se asentarían en el continente americano con la identificación histórica de sociedades precolombinas (11). En especial se puede vincular la columna dorada con los restos de los templos de la ciudad mexicana de Chichén Itzá (12).
En el caso de los griegos, los templos se erigieron con una funcionalidad religiosa, para albergar en su interior la estatua de un dios. Así pues, dicho edificio nació como alma de la polis griega y fue un objetivo primordial de la arquitectura clásica (13). Como se ha analizado anteriormente, la obra del artista tendía a asociar su proyecto a este término, más en lo que se refiere a apariencia de la estructura y no tanto a una recreación o representación exacta.
Aunque se vincule el templo a la gran evolución arquitectónica de nuestros tiempos, está más bien condicionado por el ser humano, que por el hecho de salvaguardar alguna divinidad del Olimpo o del mundo sobrenatural egipcio (14). Porque claramente habría dos ejemplos palmarios en este caso que serían, por una parte, el Panteón de Atenas, con sus esbeltas columnas bajo el dominio del remate del frontón que ensalza el ideal griego, y por otra, el Templo de Luxor, con una columnata monumental de Amenhotep III, que marcaría toda la complejidad de los templos en el valle del Nilo (15).
Volviendo a la obra de Mack, el elemento primordial, la columna, se encuentra recubierto por un manto brillante y rico compuesto por mosaicos. Se trata de una práctica milenaria dentro de la historia del arte con muchas variantes y ejecutada con materiales distintos que, como ya se ha estudiado, dependerá del contexto en el cual se desarrolle.
Este manto, está formado por 850 mil pequeñas teselas que introducen un estilo tradicional y respetan la práctica original del mosaico que ha dado grandes obras decorativas durante todos estos siglos. No se ha de olvidar la relevancia del esmalte, que ayudaría a destacar el brillo del conjunto y ofrece una experiencia visual única hacia el público visitante (16). Estos materiales tan esenciales en su discurso expositivo, están bañados por una capa dorada que aportaría la riqueza de este tono tan demandado en la práctica artística durante toda la historia.
La fascinación del escultor por estos dos elementos parten de sus años de formación académica, cuando conoció dos obras del artista Jan Thorn Prikker, situadas cerca del Museo Kunstpalast, que el propio artista visitaba habitualmente en la ciudad de Ehrenhof (17). Debido a ello, Heinz Mack utilizará el mosaico con teselas doradas con el objetivo de explotar el concepto de la luz como productora de una fluctuación de la realidad al conectar los dos astros que determinan la vida diaria (18).
Mack persigue un fascinante juego de luces durante todo el día bajo el reflejo del sol y la luna en cada parte de las caras de estas nueve columnas que representan al ser humano. Resulta interesante como trata esta simbología que, en cierta manera, ya figura en las obras de Prikker, y que consistirán en dos mosaicos, uno vinculado a la identificación alemana de Der Tag, que haría alusión al día y el otro, Die Nacht haría alusión, la noche (19).
Con la intención de potenciar este efecto, se entiende la utilización del esmalte que fusiona el color de la luz natural con el del propio material de la manera más impactante que la mente puede regalar. Se produce un puzzle de sensaciones que, en primer término vendría ligado con la ciencia, pero que pertenece a esta técnica tan esencial en la historia del arte. En primer lugar, la práctica del mosaico nació en dos ámbitos separados por los mares meridionales y que harán referencia a esa distancia entre la cultura mediterránea y la del islam oriental. Por tanto, se encuentra delante de un elemento artístico con una esencia impulsada por pequeñas piezas o teselas a partir de materiales relevantes como la piedra, cerámica, vidrio u otros similares presentan diversas formas y colores. Así, se unirán cada una de ellas mediante el yeso u otro aglomerante que facilite formar composiciones decorativas tanto geométricas como figurativas (20).
Cabe destacar como comienza a cobrar importancia la técnica en la Antigüedad clásica, ganando mayor prestigio en la época del dominio romano en la que, después de establecerse en Grecia y Asia Mayor, se descubrirá una nueva expresión artística para volver a introducirse más tarde dentro del género artístico-industrial. El artista relaciona el empleo de la técnica del mosaico con la creación de elementos paganos de Pella bajo el reino de Macedonia o en toda la región de la isla de Delos, durante el período griego antiguo. Pero no será hasta el nacimiento de la llamada opus tessellatum de origen romano, cuando la tendencia decorativa del hogar comienza a tomar verdadera relevancia (21).
Por tanto, conecta Heinz Mack los mosaicos de las columnas doradas con grandes ejemplos de las moradas en las ciudades de Pompeya y Herculano que, bajo el poder de Alejandro Magno, se pudo potenciar esta práctica dotar de belleza a los hogares de las familias acomodadas. No obstante, la utilización del mosaico siguió tomando relevancia a medida que el cristianismo crecía y el Imperio romano decaía. Se empleó para las construcciones palaciegas como se observa en Palermo e incluso después en los monumentos religiosos de Rávena y forma parte de la cultura artística de Bizancio (22). Un ejemplo de ello: la iglesia de San Vital, que guarda unos ricos mosaicos dedicados al retrato de dos importantes personajes imperiales del siglo VI. Destacan Teodora, que aparece con su cortejo y su marido Justiniano, representado con su séquito.
En cambio, como referente principal del arte bizantino que influiría en la práctica de Heinz Mack, descolla la grandiosa obra arquitectónica de la basílica de Santa Sofía, situada en la ciudad de Estambul, en Turquía (23). No cabe duda de que la majestuosidad que esconde en su interior esta construcción solo se pudo crear a partir de la armonía de pequeñas teselas. Estas ofrecen una belleza descomunal, marcada por la luz que penetra en las naves y que conectaría claramente en la intención del artista al intervenir en teselas del mismo material dorado en su propia pieza. Se establece una conexión con el mundo divino a partir del reflejo de la esencia del sol en la luz radiante que choca en estas pequeñas piezas. Históricamente, el material persigue unos objetivos ligados a la espiritualidad y a la intelectualidad que continúa satisfactoriamente el artista alemán.
Siguiendo el recorrido por la historia del arte, se observa que esta práctica volvería a renacer en el siglo XVII con un ejemplo fácilmente identificable: el interior de la Basílica de San Pedro en la ciudad del Vaticano. Un referente más cercano se halla en la época contemporánea, con el surgimiento de los estilos identificados como Art Decó, Art Nouveau y la Sezession, procedente de la corriente modernista europea de medianos del siglo XIX (24). Por una parte, se da una suerte de restauración de esta técnica, pero, por otra, también una nueva forma de llevarla a cabo con nuevos materiales potenciados por el mundo industrial que había conquistado la cultura de aquellos años. Se habla de una época que daba lugar a un mundo contemporáneo donde la esencia de ese collage de elementos repetitivos de los mosaicos, un siglo más tarde se podría contemplar hasta en el ámbito científico, por las nuevas tecnologías que, como el televisor o el ordenador, transmitían el sentido de que el color pudiera darse en un alto grado de inmaterialidad (25). Pero volviendo al siglo XIX, realmente aquí se observa quiénes volverían a introducir notablemente esta práctica con una técnica tradicional y gracias a los estudios de investigación llevados a cabo una vez se creara la disciplina de la Historia del Arte.
Aunque los pintores impresionistas introdujeron una expresión artística muy ligada a estas composiciones que darían lugar a las obras puntillistas de Seurat y Signac, no sería sino a partir del modernismo que reciclarían estos materiales de la mano de grandes personajes como Gaudí y poco a poco irían evolucionando, y apareciendo a partir de Jan Thorn Prikker, Nikki de Saint Phalle o incluso el propio Heinz Mack en el arte de hoy (26). Sin ir muy lejos, en la ciudad de Valencia, se encuentra un ejemplo de mosaicos modernistas, de estilo folclórico, en una de las salas de la Estación del Norte, realizada hará hoy cien años por el arquitecto Demetrio Ribes. En otras palabras, estas obras de arte propalan todos los elementos identificativos de la ciudad y existen gracias a una la técnica tradicional, el antiguo opus tessellatum, y que parte del entusiasmo de resucitar este elemento desde una nueva mirada contemporánea.
Por último, la tendencia de decorar interiores a partir de la combinación de pequeños elementos, como efectuaban los propios romanos, se ve claramente en la actualidad en la estética de baños o cocinas. Heinz Mack ha contactado con la empresa Venetian Manufactory Orsoni para la elaboración de sus teselas. Dicha entidad ha colaborado en el salón dorado de Estocolmo, en parte de la obra inacabada de la iglesia de la Sagrada Familia de Gaudí y en la restauración de mosaicos de la Basílica de San Marcos en Venecia. Además, para obtener una buena combinación que llegue a realzar las siguientes piezas en las columnas, ha acudido a la ayuda de dos profesionales en este ámbito llamados Francesca y Lino Linossi (27).
Otro elemento a remarcar sobre la obra de Mack y cuyo concepto, a lo largo de la historia del arte, ha estado ligado al poder y a lo divino por la fuerza y nobleza del material en sí, será la utilización del dorado. Cuando se acude a las civilizaciones antiguas, este elemento adquirió una potente importancia en la orfebrería, en muchos casos ligado a las antiguamente denominadas bellas artes, como sucedió en el antiguo Egipto. Este pigmento, desde su introducción en el arte, estaría conectado con la representación del astro solar y, por tanto, relacionado con la divinidad. Un color que simulaba lo eterno e inagotable será introducido por los artistas para formar decorar a los personajes divinos, su piel y sus joyas, así como de fondo en las escenas sagradas, algo muy común en otras culturas de siglos posteriores.
Por otra parte, como elemento arquitectónico, el empleo del dorado se encuentra para bañar las partes más altas de monumentos significativos como fueron los remates puntiagudos con el nombre de piramidión (28). Estos se situarían en las partes superiores de las grandes pirámides y en los obeliscos con la intención de ascender al cielo y conectar con los dioses como se ha apuntado anteriormente. No solo se observa esta tendencia en el valle del Nilo, sino que, ligado a las artes decorativas, seguiría el mismo esquema en las culturas clásicas de Grecia y Roma.
En cambio, la obra del artista tiene mayor conexión con el Imperio bizantino en el que el empleo del ocre estaría perfectamente ligado a sus objetivos. El dorado que recubrirá potencialmente todo el lenguaje visual de esta cultura oriental y que, sobretodo, tendrá un simbolismo relacionado con la luz, como quiso Heinz Mack en el discurso expositivo de sus nueve columnas. Un pigmento que resplandecerá completamente como horror vacui en los interiores sagrados de los templos basilicales y en la innovación de los llamados iconos. Estos últimos consisten en pinturas sobre tabla con la representación de una tipología de vírgenes, cristos, santos y otros personajes bíblicos para su veneración y adoración, las cuales influirían el día a día del hábito cotidiano (29). Finalmente, terminaría siendo síntoma de la importancia cultural que se le asocia al sol, como anteriormente visto, y que seguiría hasta mucho más tarde e incluso pasaría al otro a lado del Atlántico. No cabe dejar a un lado la importancia que se le dio a este material en las culturas precolombinas y en las que el artista puso su mirada.
La más destacada sería la cultura quechua procedente del área andina. Los incas tendrían especial devoción por este mineral a causa de la leyenda del rey de Guatavita que consiguió originar el misterio de las grandes ciudades cubiertas de oro. Fue tan impactante la historia que, una vez llegaron los europeos al continente americano, el propio Sebastián de Benalcázar impulsó la difusión de esta particular leyenda y ordenó sin precedentes la búsqueda de la ciudad perdida de El Dorado (30).
Volviendo a Occidente unos siglos más tarde, encontraríamos la otra cara de este material ligada a la riqueza y, por tanto, destinada a la complementación de otras obras de arte que potenciarán el poder. Un claro ejemplo de su presencia para realzar el estatus social lo encontraríamos en la Edad Media cuando muchas familias nobiliarias pagaban un tributo a los artistas que redecoran los retablos destinados a las capillas familiares para facilitar la ascensión del difunto al cielo (31).
Sin embargo, habría otro uso más exuberante que se le atribuye al potencial reconocimiento del poder monárquico con un exagerada y rica ornamentación ligada a las bellas artes y a las artes decorativas. Este hecho se produce durante de la poderosa monarquía de Luis XIV en el siglo XVIII, quien llevó al pie de la letra la importancia del dorado en los términos ya expuestos y que incluso se le identificó como el Rey Sol, aclaración que vuelve a transmitir la importancia del este astro que tiene y ha tenido una conexión directa con el dorado.
Para concluir, cabe mencionar que toda la simbología descrita anteriormente, gracias a la elaboración de un estudio iconográfico preciso, será la que llevará a cabo el artista para seguir ligando sus teselas doradas con la luz, la riqueza y el esplendor de esta estrella que permite la vida en la tierra.
1 MACK, Heinz.“The Sky over Nine Columns at Valencia”. BLOUIN ARTINFO. 2016. p.4. En: http://scholar.aci.info/view/157049f158500100002/15771c331e800017694ef2d
2 Ibid., p. 4.
3 BLANCO FREIJEIRO, A. Arte griego. Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 2011. p. 151-166.
4 CHING FDK. Diccionario visual de arquitectura. Barcelona. 2ª ed. Gustavo Gili. 2015. p.256-257.
5 MARTÍEZ BUENAGA, Ignacio. Història de l’art. Valencia ed. ECIR. 2009. p. 121-123.
6 BLANCO FREIJEIRO, A. 2011. (nota 3) p. 152-155.
7 Ibid., p. 292-295.
8 MACK, Heinz; et. al., The Sky over Nine Columns. Beck & Eggeling. Düsseldorf. 2014. p.37.
9 GARCÍA y BELLIDO, A. Arte romano. Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 2014. pp.59-63.
10 Ibid., pp. 59-63.
11 RIVERA DORADO, M; VIDAL LORENZO, MC. Arqueología americana. Madrid. ed. Síntesis. 1994 p. 11-21.
12 MACK, Heinz. 2014.(nota 8), pp 64-65.
13 BLANCO FREIJEIRO, A. 2011 (nota 3), p. 151-152.
14 Ibid., p. 50.
15 BENDALA GALÁN, Manuel; LÓPEZ GRANDE, María J. Arte egipcio y del próximo oriente. Madrid. Historia 16. 1996. p. 83-97.
16 Ibid., p. 82.
17 MACK, Heinz. 2014 (nota 8) p. 82.
18 MACK, Heinz. 2016. (nota 1) p .4.
19 Ibid., p. 82.
20 MARTÍNEZ BUENAGA, Ignacio .2009 (nota 5) p. 78-81.
21 GARCÍA y BELLIDO, A. 2014 (nota 9) p.. 59-63.
22 QUENOT, M. Icono. Bilbao. ed. Desclee de Brouwer S.A. 1990. p. 57-66.
23 MACK, Heinz. 2014 (nota 8) p. 82.
24 Ibid., p. 82.
25 Ibid., p. 82.
26 Ibid., p. 82.
27 Ibid., p. 107.
28 BENDALA GALÁN, Manuel; LÓPEZ GRANDE, María J. 1996 (nota 15) p. 83-97.
29 QUENOT, M. 1990 (nota 22) p. 83-106.
30 RIVERA DORADO, M; VIDAL LORENZO, MC. 1994. (nota11) p. 170-180.
31 GARCÍA MARSILLA, JV. Art i societat a la valència medieval. Valencia. ed. Afers. 2011. p. 191- 215.